Durante las dos primeras décadas de la vida de un hombre, la glándula prostática crece de forma constante, hasta alcanzar un tamaño de aproximadamente 20 centímetros cúbicos. Entre los 20 y los 40 años de edad, ese crecimiento se detiene y se reanuda hacia la quinta década de vida. A partir de entonces la glándula continuará creciendo.
Este proceso se conoce como hiperplasia prostática benigna (hpb) y aunque, como su nombre lo indica, no está relacionado con el cáncer de próstata, puede convertirse en un problema de salud, debido a que hay riesgo de que cause obstrucción y dificultad para orinar. Sin embargo, tanto la edad a la que se presenta este crecimiento como el tamaño que la próstata puede alcanzar varían de persona a persona.
Además de la edad, otros factores se han relacionado con el crecimiento prostático. Entre ellos están el alcoholismo y la cirrosis hepática, que son dos condiciones que aumentan la concentración del estrógeno, una hormona sanguínea que estimula el crecimiento prostático. Igualmente, los antecedentes familiares pueden ser otro factor que indique que hay riesgo de hiperplasia prostática benigna, pues los hijos de pacientes que han presentado este cuadro tienen un riesgo hasta cuatro veces mayor que otros hombres de desarrollar la enfermedad. En muchos de estos casos, la HBP se presenta en una edad temprana (a veces antes de los 50 años de edad) y la glándula puede alcanzar un gran volumen.
Se debe a los andrógenos principalmente la testosterona, que va disminuyendo con la edad, y la dehidrotestosterona, que se mantiene igual o aumenta con la edad; los estrógenos a pesar de ser una de las principales hormonas femeninas, en el hombre existen en bajas cantidades y con la edad va aumentando, estas interacciones hormonales favorecen el crecimiento prostático al parecer porque evita que la célula muera y al evitar su muerte existe un aumento del número de células.
a nivel microscópico, los tejidos, específicamente la interacción Estroma-epitelio, se altera la organización entre ellos y produce un crecimiento excesivo y progresivo de ellos. Esto se ve potenciado y beneficiado por los Factores de Crecimiento -que están normalmente presentes-, pasan de niveles normales a un aumento progresivo.
Se ha encontrado asociación entre el crecimiento prostático benigno y algunos genes, lo cual indica una mayor probabilidad de desarrollar la patología cuando ya se ha presentado en varios de los hombres de una familia.
Una teoría acerca del crecimiento de la próstata benigna es a raíz de un proceso inflamatorio que se perpetua en el tiempo y señalizado por las citosinas o citoquinas, favorece el estímulo no solo del crecimiento de la célula sino su multiplicación.
la ciencia no se detiene y es por ello que día a día descubren más posibles causas de la hiperplasia prostática, y esto a su vez permite desarrollar nuevas terapias para su tratamiento. Es así como se ha encontrado alteración en la señalización de los impulsos nerviosos, alteración en el sistema RHO Quinasa, alteración en la prolactina, alteración en la oxigenación de la próstata, entre otros.
Se calcula que estas dificultades afectan al aumento del tamaño de la próstata no ocasiona necesariamente los mismos síntomas en todos los pacientes, pues se ha demostrado que la aparición de di cultades para orinar no se correlaciona con su tamaño. Es decir, hay pacientes con muchas dificultades para orinar cuyas próstatas no presentan un crecimiento considerable, mientras que otros con un crecimiento notable de la glándula no desarrollan este problema.
En general, los síntomas de la hiperplasia prostática benigna son: adelgazamiento y debilidad del chorro urinario, dificultad para comenzar a orinar, micción intermitente o goteo al finalizar la micción.
Así mismo, puede presentar la necesidad urgente o frecuente de orinar, aumento de las micciones durante la noche (nicturia) o tener la sensación de que la vejiga no se vació completamente cuando ya terminó de orinar.
Hay varias explicaciones para el desencadenamiento de estos síntomas. Una de ellas es que la cápsula prostática, que recubre la glándula como una cáscara, comienza a comprimir el resto del órgano, lo que causa un aumento en la presión dentro de la próstata con la consiguiente dificultad para orinar.